Mostrando las entradas con la etiqueta México. Mostrar todas las entradas
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¿Y qué podría pasar?
Préstame tus alas para volar,
agárrame la mano y vamos a ayudar.
Mírame, que esto no es el pasado.
Fue uno de los primeros pensamientos con los que amanecí el pasado 19 de septiembre de 2017, "¿y qué podría pasar?… sin saber en lo qué realmente terminaría o significaría días después de hacer realmente conciencia.
Trivialmente, ahora lo veo así, decidí cambiar de ruta para poder ir al trabajo y no llegar tarde nunca más, tomar un colectivo y línea del metro completamente diferente, incluso la parte divertida es que suelo tener muy mala brújula para orientarme y abordé el convoy en sentido contrario al de mi destino, ja. En fin, lo bello de esta inicial historia es que sí llegué más temprano a pesar del inconveniente. Posterior a eso, en la oficina nos preparábamos para participar en el simulacro a memorial de un evento que hasta el momento había sido completamente ajeno a mí…
No hace falta volver a escribir lo que hemos visto en redes sociales, noticieros, periódicos a nivel nacional e internacional y sin embargo sigue siendo un poco desconcertante; gran parte de la población actual en las ciudades afectadas no vivimos un sismo de tal magnitud, ni comparado con el que días antes por la media noche nos quitó el sueño por un par de horas.
¿Y qué podría pasar?
Si a México le hacen revivir el pasado o le dan un nuevo presente.
¿Y qué podría pasar?
Si a las personas no las detienes para ayudar a quien no puede ver pero sabe qué ahí está.
¿Y qué podría pasar?
Si debes aguantar las lagrimas…
Ahora lo pienso, mientras la tierra se movía bajo mis pies, mis piernas se doblaron y tuve que hincarme, traté de pensar en que recargarse en un muro podría ser la mejor opción al momento que del otro lado se desplomaba uno y al segundo siguiente tenía que hacer acopió de mis pocos nervios para cambiar de idioma y decirle a una persona que no se moviera, que no corriera, que todo pasaría… y pasó. El muro derrumbado se nos olvidó completamente.
Salir de donde nos encontrábamos hacia el exterior y compartir la calle con cientos de personas, ver llegar a pequeños grupos de niños tomados de las manos y siendo aturdidos por los gritos de sus maestras, tratando de colocarlos a salvo y de pronto gritos de una fuga de gas en la calle Amsterdam hizo que se provocará un terror, los niños y sus muestras desaparecieron. Llega ese terrible momento en que las líneas se saturan, la conexión de datos deja de ser 4G y pasas a ver un espacio en blanco o simplemente el mensaje de "sin servicio". La gente viene y va, así como la señal, los mensajes o llamadas que no puedes contestar.
Ha pasado casi una hora. No hay luz, hay fugas de gas. La gente corre con los celulares en las manos, gritan o lloran, todo, es muy extraño. Los murmullos llegan cerca y se van lejos. Algo ha cambiado y no nos hemos percatado. La señal vuelve, es hora de ver las redes sociales: catástrofe.
"Ten paciencia, vete con cuidado. Un edificio en Amsterdam se derrumbó". Es un mensaje que recibí, ¿cómo? pienso y lo expongo, "sí, hay incendios" me responde alguien más. Logró llamar a casa después de recibir fotografías de que los productos en los anaqueles del negocio se han caído, No puedo contener el sentimiento y a la vez debo dar calma, pienso ¿qué ha pasado? ¿cuán grave es esto?
No quiero irme, sé ahora que ciudad es un caos, que el servicio del Metrobús ha sido cerrado, que la marcha de los trenes en el Metro es lenta, que la gente se ha desbordado en las calles. No sé si irme…
Y de pronto se desatan hordas de personas: "necesitan agua", "¿dónde podemos comprar agua?", "Necesitamos ayuda".
Todo ha cambiado.
Camino por Amsterdam hasta llegar a Alvaro Obregón cargando agua y sin saber cómo estoy pasando cubetas llenas de piedras y todos gritan. Un postal que no parece real, una bruma que solo se ve en las películas, el frío que desprenden los escombros cual obra negra, algo tan lejano y ajeno que México recordaba año con año en la misma fecha.
Tengo que salir de ahí.
No por miedo, caigo en cuenta que hubo un desastre donde vivo y el trayecto es largo y callado, nadie tiene ganas de hablar, nadie tiene ganas de quejarse del calor, nadie reclama un empujón. Son las cuatro de la tarde del 19 de septiembre y darán las dos de la mañana del 20 de septiembre para que yo pueda volver a sentarme un día que parecería haber tenido más de 24 horas, no caben las lágrimas, no cabe el cansancio porque está ocupado por la impresión, la necesidad y rumores de que la ciudad junto con otros estados comparten estado de emergencia.
¿Y qué podría pasar?
Si el pasado cobra vida
Un pasado que hay que compartir,
¿Y qué podría pasar?
Si te hubiera tocado a ti.
Dormí porque el cansancio me venció, desperté porque el silencio era abrumador. Todo es silencio, algunos niños gritan ya, escucho ruidos que habitualmente no. Los pájaros no están piando. No hay luz, no hay agua, las noticias vienen y van de personas que se acercan, no hay señal en los celulares; no sé que ha pasado. El día hay que llevarlo con calma limpiando, acomodando, lavando y escuchando experiencias parecidas "todo se cayó", "se rompieron muchas cosas", "yo solo tuve tiempo de salir y escuchar como se caía todo".
Todo cambió.
Por fin ha llegado la luz y no trae esperanza, rápidamente a enlazar las noticias: el país es un caos.
No así la voluntad de ayudar, de dar, de compartir, las manos se mueven, es de vital importancia, las vidas bajo los escombros y comprendo que aquella imagen de un edifico completamente volcado frente a mí es real, que no solo es uno, que no solo fue en mi casa que todo México está colapsado. Han pasado ya varios días, los malos sueños han sido frecuentes, las ganas de leer se han ido, la tristeza se desborda por los ojos y pican. Aquel memorial de cada 19 de septiembre será tangible para muchos, será una desgracia para otros, sigue siendo un terror que nos recuerda que en los momentos difíciles los mexicanos sabemos dar la mano, sabemos aceptar manos ajenas, re programamos el dolor para los días venideros porque lo primordial ahora es ayudar.
Espero tu lector no seas uno directamente afectado, lamento profundamente si así ha ocurrido, mis respetos y admiración para todos los que han ayudado a como han podido, fuerza para los sobrevivientes. Mi corazón entero con México porque sabe ayudar, sabe querer, sabe compartir y sabremos salir adelante.
#FuerzaMéxico
¿Y qué podría pasar?
Préstame tus alas para volar,
agárrame la mano y vamos a ayudar.
Mírame, que esto no es el pasado.
Fue uno de los primeros pensamientos con los que amanecí el pasado 19 de septiembre de 2017, "¿y qué podría pasar?… sin saber en lo qué realmente terminaría o significaría días después de hacer realmente conciencia.
Trivialmente, ahora lo veo así, decidí cambiar de ruta para poder ir al trabajo y no llegar tarde nunca más, tomar un colectivo y línea del metro completamente diferente, incluso la parte divertida es que suelo tener muy mala brújula para orientarme y abordé el convoy en sentido contrario al de mi destino, ja. En fin, lo bello de esta inicial historia es que sí llegué más temprano a pesar del inconveniente. Posterior a eso, en la oficina nos preparábamos para participar en el simulacro a memorial de un evento que hasta el momento había sido completamente ajeno a mí…
No hace falta volver a escribir lo que hemos visto en redes sociales, noticieros, periódicos a nivel nacional e internacional y sin embargo sigue siendo un poco desconcertante; gran parte de la población actual en las ciudades afectadas no vivimos un sismo de tal magnitud, ni comparado con el que días antes por la media noche nos quitó el sueño por un par de horas.
¿Y qué podría pasar?
Si a México le hacen revivir el pasado o le dan un nuevo presente.
¿Y qué podría pasar?
Si a las personas no las detienes para ayudar a quien no puede ver pero sabe qué ahí está.
¿Y qué podría pasar?
Si debes aguantar las lagrimas…
Ahora lo pienso, mientras la tierra se movía bajo mis pies, mis piernas se doblaron y tuve que hincarme, traté de pensar en que recargarse en un muro podría ser la mejor opción al momento que del otro lado se desplomaba uno y al segundo siguiente tenía que hacer acopió de mis pocos nervios para cambiar de idioma y decirle a una persona que no se moviera, que no corriera, que todo pasaría… y pasó. El muro derrumbado se nos olvidó completamente.
Salir de donde nos encontrábamos hacia el exterior y compartir la calle con cientos de personas, ver llegar a pequeños grupos de niños tomados de las manos y siendo aturdidos por los gritos de sus maestras, tratando de colocarlos a salvo y de pronto gritos de una fuga de gas en la calle Amsterdam hizo que se provocará un terror, los niños y sus muestras desaparecieron. Llega ese terrible momento en que las líneas se saturan, la conexión de datos deja de ser 4G y pasas a ver un espacio en blanco o simplemente el mensaje de "sin servicio". La gente viene y va, así como la señal, los mensajes o llamadas que no puedes contestar.
Ha pasado casi una hora. No hay luz, hay fugas de gas. La gente corre con los celulares en las manos, gritan o lloran, todo, es muy extraño. Los murmullos llegan cerca y se van lejos. Algo ha cambiado y no nos hemos percatado. La señal vuelve, es hora de ver las redes sociales: catástrofe.
"Ten paciencia, vete con cuidado. Un edificio en Amsterdam se derrumbó". Es un mensaje que recibí, ¿cómo? pienso y lo expongo, "sí, hay incendios" me responde alguien más. Logró llamar a casa después de recibir fotografías de que los productos en los anaqueles del negocio se han caído, No puedo contener el sentimiento y a la vez debo dar calma, pienso ¿qué ha pasado? ¿cuán grave es esto?
No quiero irme, sé ahora que ciudad es un caos, que el servicio del Metrobús ha sido cerrado, que la marcha de los trenes en el Metro es lenta, que la gente se ha desbordado en las calles. No sé si irme…
Y de pronto se desatan hordas de personas: "necesitan agua", "¿dónde podemos comprar agua?", "Necesitamos ayuda".
Todo ha cambiado.
Camino por Amsterdam hasta llegar a Alvaro Obregón cargando agua y sin saber cómo estoy pasando cubetas llenas de piedras y todos gritan. Un postal que no parece real, una bruma que solo se ve en las películas, el frío que desprenden los escombros cual obra negra, algo tan lejano y ajeno que México recordaba año con año en la misma fecha.
Tengo que salir de ahí.
No por miedo, caigo en cuenta que hubo un desastre donde vivo y el trayecto es largo y callado, nadie tiene ganas de hablar, nadie tiene ganas de quejarse del calor, nadie reclama un empujón. Son las cuatro de la tarde del 19 de septiembre y darán las dos de la mañana del 20 de septiembre para que yo pueda volver a sentarme un día que parecería haber tenido más de 24 horas, no caben las lágrimas, no cabe el cansancio porque está ocupado por la impresión, la necesidad y rumores de que la ciudad junto con otros estados comparten estado de emergencia.
¿Y qué podría pasar?
Si el pasado cobra vida
Un pasado que hay que compartir,
¿Y qué podría pasar?
Si te hubiera tocado a ti.
Dormí porque el cansancio me venció, desperté porque el silencio era abrumador. Todo es silencio, algunos niños gritan ya, escucho ruidos que habitualmente no. Los pájaros no están piando. No hay luz, no hay agua, las noticias vienen y van de personas que se acercan, no hay señal en los celulares; no sé que ha pasado. El día hay que llevarlo con calma limpiando, acomodando, lavando y escuchando experiencias parecidas "todo se cayó", "se rompieron muchas cosas", "yo solo tuve tiempo de salir y escuchar como se caía todo".
Todo cambió.
Por fin ha llegado la luz y no trae esperanza, rápidamente a enlazar las noticias: el país es un caos.
No así la voluntad de ayudar, de dar, de compartir, las manos se mueven, es de vital importancia, las vidas bajo los escombros y comprendo que aquella imagen de un edifico completamente volcado frente a mí es real, que no solo es uno, que no solo fue en mi casa que todo México está colapsado. Han pasado ya varios días, los malos sueños han sido frecuentes, las ganas de leer se han ido, la tristeza se desborda por los ojos y pican. Aquel memorial de cada 19 de septiembre será tangible para muchos, será una desgracia para otros, sigue siendo un terror que nos recuerda que en los momentos difíciles los mexicanos sabemos dar la mano, sabemos aceptar manos ajenas, re programamos el dolor para los días venideros porque lo primordial ahora es ayudar.
Espero tu lector no seas uno directamente afectado, lamento profundamente si así ha ocurrido, mis respetos y admiración para todos los que han ayudado a como han podido, fuerza para los sobrevivientes. Mi corazón entero con México porque sabe ayudar, sabe querer, sabe compartir y sabremos salir adelante.
#FuerzaMéxico
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